miércoles, 21 de enero de 2015

La Educación de un Joven Teólogo


Horst tenía dieciséis años cuando entró en el Gottnasium. El edificio era un tanto peculiar. La fachada pertenecía a una antigua iglesia, dándole un aire religioso y de vetusta institución. Pero dadas las ideas modernizadoras dentro del ministerio de educación, el interior era gris, burocrático y aburrido. Dónde antes había habido imaginería religiosa, ahora todo eran asépticas paredes de cemento, para, en palabras del ministro Stubiz: “permitir la profundidad del pensamiento en pos de la búsqueda del contenido, sin interferencias de la gran enemiga de la metafísica, la forma”. Horst, cuando el director citó al ministro en su discurso inaugural del curso, no entendió eso ni el resto de lo dicho por ese hombre menudo con voz de pito y poderoso cargo. Pero le gustó como sonaba y decidió que, definitivamente, la academia sería su pasión.

Lo que en ese momento Horst no sabía era que la reforma arquitectónica se había dado paralelamente a una reforma del personal y el currículo académico. Todos los profesores habían sido despedidos y se había precedido a contratar a la flor y nata de la teología mundial. No era porqué el gobierno tuviese un interés primordial en esta materia, pero las circunstancias habían obligado a ello. Debido al abandono que había sufrido del Gottnasium por parte de la Administración, este se había convertido en un lugar dónde las diferentes órdenes religiosas enviaban a sus miembros más díscolos. Los funcionarios aceptaban estos nombramientos de profesores con mucha facilidad, ya que su sueldo corría a cuenta de las órdenes mismas. El problema residía en la rápida conversión del Gottnasium en un punto de encuentro para pedófilos, milenaristas y místicos cuya inspiración venía de substancias muy terrenales. Con tal panorama dentro del profesorado, el centro inició un extraño culto que incluía porculizaciones, consumo de drogas alucinógenas y una confianza ciega en el cercano fin del mundo. El culto en sí se mantuvo en secreto durante varios años, pero las quejas de vecinos por ruidos y de padres por el extraño comportamiento de sus hijos llevaron a una investigación oficial, que conllevó una reforma total, un alto gasto en psiquiatras, un par de arrestos y la dispersión de los iluminados profesores por centros de yoga, reiki y demás corrientes “new age”.



Lo que la renovada dirección del centro y el Gobierno desconocían era que el culto había permanecido en el Gottnasium gracias a la perseverancia de algunos alumnos que habían podido evitar el psiquiátrico gracias a su astucia y la total falta de control por parte de sus padres. Así, el denominado por sus seguidores “Jesusitodenuestrocarasón”, seguía practicándose aunque en mucho más silencio de lo que había sido habitual durante su apogeo. La existencia de esta resistencia herética hizo que en su primer día de escuela, mientras evacuaba una poderosa comida consistente en chucrut con Weißwurst, Horst pudiese leer lo siguiente en un lavabo:

Los Santos Desmienten 
La Satánica Difamación

Si Horst hubiese sido una persona inquieta, amiga de la aventura, interesada en los muchos misterios que nos proporciona la existencia, y otras frases que pueden ser utilizadas para describir a una persona con más de un interés, seguramente ese extraño grafiti le hubiese llamado la atención. Pero el caso de Horst Gottbauer es el de un chico que a los 16 años entró en un colegio a estudiar teología, e hizo eso, estudiar teología, hasta que se doctoró Honoris Causa a la temprana edad de 23 años.
Lo que no podía imaginarse Horst después de ocho años entre libros, seminarios, correcciones y versiónfinal23.doc es que “Jesusitodenuestrocarasón” estaba reorganizándose, reclutando a nuevos adeptos dentro y fuera de la escuela, dotándose de organizaciones paralelas cuyas prácticas no eran tan brutales… En definitiva, convirtiéndose en un secta con caché. 

Durante sus años en el Gottnasium, y luego en la Universidad, Horst había sido intentado reclutar por muchos de sus compañeros. Su incapacidad de interesarse por cualquier actividad extracurricular le había salvado de entrar en la garras de la cada vez más poderosa secta. Aunque para Horst el no darse cuenta de que estaba siendo objeto del deseo de una organización cristiano-psicodélica era de lo más normal, para la organización suponía un agravio enorme, ya que nadie tan cercano al núcleo de los “Jesusitodenuestrocarasón” había resistido sus muchos métodos de captación. 

El mismo día que Horst leía su tesis doctoral, el núcleo reunido decidió que un personaje tan resistente, cuya total indiferencia había cobrado un carácter mítico entre los muchos miembros que le había intentado captar, era mejor que desapareciese del mapa. Así fue como, el mismo día que Horst Gottbauer recibía grandes alabanzas por parte de un jurado formado por viejos escaladores de despachos, su sentencia de muerte fue redactada por unos post-adolescentes colocados y con una obsesión por el sexo anal. 

***CONTINUARÁ***

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