En mi último post hablé
del encuentro misterioso y fantástico de una tarjeta con diferentes signos,
dibujos, palabras y hasta un número de teléfono en un libro de la biblioteca
central de Viena. El libro, “Aires de Dylan” de Enrique Vila-Matas, parece haber
afectado mi objetivo, que era encontrar a partir del número de teléfono que
había en la tarjeta, al desconocido que la había dejado en el libro.
Como no podía estar
totalmente seguro de que el número fuese del autor/a de mi objeto encontrado,
me decidí por enviarle un mensaje, ya que llamar me parecía demasiado
intrusivo. A las 9:59 del 7/11/2014 (un día después del encuentro, un día
después del post) envié el siguiente mensaje: “Buenos días”. Así, con tilde,
mayúscula al inicio, correlación entre el momento y el saludo, etc, etc, etc.
Es decir, envié un mensaje que mostraba (o intentaba mostrar) que soy una
persona gramaticalmente correcta, educada, consciente de la hora en la que
vivo, en definitiva, un tipo con el que empezar una amistad.
No me contestó.
Han pasado diez días.
No me ha contestado.
Yo no he insistido,
porque no quiero ser un extraño número de teléfono que envía mensajes sobre una
tarjeta extraña y un libro de Vila-Matas de la Hauptbibliothek. Más bien dicho, no puedo ser eso, soy totalmente
incapaz. Necesito alguna energía externa para chocar contra alguien, no tengo
suficiente conmigo mismo. Mi escueto y cobarde “Buenos días” lo demuestra. No
voy a engañarme.
Lo que es más
interesante sobre esta nota, este intento de comunicación y el consecuente
fracaso es que en la novela de Vila-Matas uno de los protagonistas (por no
llamarlo EL PROTAGONISTA) lleva a cabo un gran archivo sobre el fracaso. Así,
puede que la nota que estaba en el libro tuviese la intención de llevar al
fracaso más absoluto a quién intentase comprender que había detrás de ella.
Hasta es posible que Vila-Matas, o uno de sus personajes, o una persona que se
cree uno de sus personajes, se dedique a viajar por el mundo dejando notas-pista-callejónsinsalida
que llevan al fracaso a quién intenta desentrañar su significado. O puede que
todo sea una casualidad cósmica y alguien simplemente se olvidase la nota entre
las páginas del libro.
Nunca lo sabré.
Lo admito, he fracasado
en mi intento de encontrar el sujeto del objeto encontrado
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