sábado, 19 de septiembre de 2015

Bolaño y yo

Esta conferencia la leí en el Instituto Cervantes de Viena el 16 de Septiembre del año 2015. Luego conocí a una pareja colombo-venezolana encantadora y se me explicó de una práctica sexual japonesa que consiste en hombres ancianos que duermes junto a jovencitas narcotizadas sin tener permitido realizar ningún acto lascivo con ellas.



I
El día 3 de Agosto, preparando estas líneas, estuve a punto de dejar de hacerlo, de renunciar a volver a Viena, de convertirme en un buen salvaje, en asceta literato. Tuve que tirarme al mar para hacer que la descripción de un Bolaño que vive en una cueva cerca de Portbou, escribiendo, comiendo poco, bebiendo vino tinto con personajes extraños y trabajando de vendimiador dejase de hechizarme. Desde el mar vi la cueva, que junto al calor, me había llevado a querer ser un imitador del escritor chileno. Me dije a mi mismo: “Esto es una cueva en una cala de Mallorca, no es una cueva cerca de Portbou”. Me di cuenta de que uno no puede ser otro escritor, de que la imitación no conduce a buen puerto, que mejor que imitar uno debe aprender de los autores únicos, aquellos que escapan de las presiones “clonificadoras” del mercado editorial. Acto seguido, supe que empezaría este texto recordando las palabras de Nicanor Parra “A Bolaño le debemos un riñón”.
II
En esta tertulia me comentó Rafael que mejor huir del formato conferencia, ya que la idea es que todo el mundo participe, se haga una presentación amena y entendible sobre el tema, en definitiva, se intenta huir de los corsés (incómodamente decimonónicos) de eventos en los que hay un ponente y un público. Ruego que me disculpen pero como contestó Bolaño ante la pregunta de por qué le gustaba llevar la contraria: “Yo nunca llevo la contraria”.
III
Ya he explicado que estuve a punto de no presentarme aquí en el Cervantes. Ahora es el momento de explicar porque estoy aquí en Viena hablando sobre Bolaño. Conozco a Bolaño lejos de casa, concretamente a más de 9000 kilómetros de distancia. Una distancia similar de la que estaba Bolaño en su Blanes adoptivo de su México DF, también adoptivo. Lo conocí por una recomendación en un e-mail de Teresa. El autor chileno afincando en un pueblo de la costa catalana (recordemos sus palabras: «Yo sólo espero ser considerado un escritor sudamericano más o menos decente, que vivió en Blanes, y que quiso a este pueblo») me abriría nuevas fronteras literarias cuando yo estaba muy lejos de mi ciudad en la costa catalana. Y desde entonces he ido viajando, practicando un sedentarismo de moral nómada, fácil de seguir si aceptamos la definición de patria de Bolaño “La Patria para mí son mi biblioteca y mis hijos”.
IV
Bolaño a día de hoy ya murió. Lleva muerto desde el año 2003. Es un autor muerto. Es un nombre de zombie que avanza lentamente por bibliotecas y recomendaciones de lecturas en revistas y cursos universitarios. Si hoy apareciese aquí Bolaño deberíamos dispararle en toda la cabeza, como aprendimos en de “Night of the Living Dead”, el clásico de terror de 1968 de George Romero. De lo que sí podemos fiarnos es de su legado, de lo que nos dejó escrito y dicho. Por ejemplo, sabemos que a la vez que se estrenaba la película de Romero, Bolaño llegó a México DF desde Chile, un DF dónde el gobierno disparaba a los estudiantes como si de zombies de la película de Romero se tratasen. Bolaño se dedicó a leer y a leer, dejando al poco los estudios para seguir leyendo y leyendo. Luego, al cabo de los años, escribiría “Amuleto”, un libro sobre las matanzas en México ’68. No nos cabe más que alegrarnos de que ese año Bolaño fuese aún la secundaria y no acabase como acabaron muchos de los universitarios mexicanos. No puedo saber si el trauma de esos eventos fue lo que llevó a Bolaño a renunciar a la universidad, ya que como he dicho, Bolaño es ahora un zombie.
V
Es zombie también su novela más celebrada. 2666 fue la gran novela póstuma de Bolaño, primero pensada en ser publicada en cinco tomos para así poder dar más royalties a sus herederos (sus hijos, su patria), pero finalmente publicada en 1.136 páginas, como un gigantesco Frankenstein. Esta obra, novela total cuyas historias revuelan alrededor de Santa Teresa (una Ciudad Juárez literaria y violentamente real), es el ejemplo perfecto de libro zombie, de autor que consigue la fama después de su muerte, de la importancia del legado en la literatura.  En el año 2008 con la publicación de 2666 en inglés consiguió Bolaño su puesto en el Olimpo de los autores en español a nivel mundial. Un Olimpo del que no pudo disfrutar, pero que a sus lectores nos ha permitido poder convivir con el autor como si estuviese vivo, en experiencias tan zombies como la de la exposición “Archivo Bolaño: 1977-2003” en el CCCB.
VI
Bolaño está muerto, ya no escribirá más, su zombie no se puede comunicar, es mudo, sordo, manco y seguramente invisible e intangible.  Así que solo me queda recomendar que se le lea. Que se lea. Porque tal como dijo “Lo normal es leer y lo placentero es leer; incluso lo elegante es leer. Escribir es un ejercicio de masoquismo; leer a veces puede ser un ejercicio de sadismo, pero generalmente es una ocupación interesantísima”

martes, 25 de agosto de 2015

Diario del último verano (I)



Empiezo: “Me encontré con el Apocalipsis una noche de verano. Ahora, muerto en vida, la franja de sol plateada que el Sol ha pintado en el mar me hace intuir que he elegido el Paraíso. Vivo muerto entre muertos vivientes. Mi tribu es la de los vivos muertos. Lo sé porque yo viví el Apocalipsis una noche de verano”.

Continúo yendo a unas líneas escritas antes de descubrir que el mundo había acabado, que tienen algo de oráculo, tanto por lo que dicen como por su rápido aborto. Solo dos líneas, escritas en el papel blanco de la libreta. Parece ser un inicio de poema. Un poema abortado, un poema que iba a ser malo y decidió no ser. Un perfeccionista suicida. Allá va:

Te saludo, diciéndote
“Soy antemosaico

Acabo con unas líneas escritas el miércoles 13 de Agosto, en Son Real, Mallorca. Están escritas después del Apocalipsis. Puede que eso explique todo:

Cormorán.
Desnudo.
El mar contra las rocas suena a tubería por desatascar.
El Sol ataca a mi piel.
Las hormigas atacan a nuestro campamento.
El Sol a mis espaldas me convierte en un Atlas, un Atlas a la parrilla.

Más sobre el Apocalipsis mañana. Hoy ya no parece verano y me puedo permitir el lujo de olvidar momentáneamente que viví el Apocalipsis una noche de verano.

lunes, 24 de agosto de 2015

Klangfestival (Parte 1)



Gallneukirchen es un pueblo cercano a Linz (capital de la Alta Austria, tercera ciudad de Austria) de 6.200 habitantes. El estar rodeado de bosques y praderas que suben en pendiente le da una cierta belleza, que contrasta con lo poco interesante (y a veces feo) de la arquitectura del centro. Además de servir de pueblo dormitorio para gente que trabaja en Linz, es un lugar de referencia austríaco para proyectos de integración social para personas con problemas psicofísicos.
También es dónde se crió Teresa, mi novia. Las visitas a la casa de su madre se han convertido en habituales desde que vivimos aquí, ya que siguiendo el consejo de Thomas Bernhard, un fin de semana en el campo ayuda a sacar de la cabeza todos los estímulos que  ofrece una gran ciudad como Viena. Aunque también siguiendo su consejo, no solemos quedarnos mucho más ya que demasiado tiempo en el campo puede “ablandar el cerebro”.

 Vista de los alrededores de Gallneukirchen 

Ese sacar estímulos y la tranquilidad de la vida campestre me han ayudado a empezar muchos proyectos aquí, y a escribir con una tranquilidad difícil de encontrar en la ciudad. Pero esto es una crónica musical y nuestro objeto de estudio es el Klangfestival. Empezado el año 2008, es un festival de música progresiva y experimental que se lleva a cabo en una antigua granja reconvertida en centro cultural. Por ello, mi camino hacia allí desde mi campo base (casa de mi suegra) implicó cruzar un prado minado por grises y enormes cacas de vaca. Una vez llegado allí, después de saludar a unos cuantos amigos, pude comprobar la gratuidad del festival y el buen precio de la cerveza.
¿Quién va al Klangfestival? Por lo que pude observar, se trataba mayoritariamente de neo-hippies, modernos de provincias y votantes subjetivos de Los Verdes. Un ambiente agradable, abierto y sin pizca de esnobismo. No sé aún hasta qué punto de desmadre llega el público, ya que me fui pronto para hacer compañía Teresa, enferma, aunque no creo que el tipo de música lleve a grandes y míticas borracheras, ni que sea la mejor idea para muchos de los asistentes ya que sus padres (o amigos de sus padres) se encuentran entre los asistentes. 

Pude ver a tres grupos, GIS Orchestra, CHRA y a Katharina Ernst & Kazuhisha Uchihashi. Las notas que transcribo fueron hechas después de verlos, aunque debo confesar que no me quedé en todo el concierto de ninguno de ellos, por lo que mi capacidad de crítica o análisis está limitadísima.

GIS Orchestra: una máquina de música postmoderna, un director panóptico que presiona a las teclas/músicos. Un después de la orquesta clásica pasado por el tamiz del Acid Jazz, la improvisación y todas las vanguardias habidas (¿Y por haber?). Ruido dirigido, melodía velada, momentos de gran crescendo junto a minimalismo vocal/batería. Creo que eran unos diecinueve músicos (3 saxofones, 4 voces, 4 baterías, 3 en máquinas, 3 gruitarras, 1 contrabajo, 1 teclado) y un director. Visualmente la experiencia era de los más interesante, viendo como el director indicaba tanto quién debía tocar y cómo quería que se tocase. Una metáfora musical y escénica del capitalismo post-industrial, en que aunque haya lugar para la improvisación, el director siempre nos acabará haciendo actuar.

GIS Orchestra y su panóptico director
CHRA: la sala oscura, el público sentado en el suelo, alguno echado. La artista se nos presenta en un escenario iluminado en azul, aunque la iluminación acentúa la oscuridad de la sala. Ese azul es roto por el blanco de un Mac, la manzana del pecado digital (Turing la mordió, ¿Venganza de una Eva despechada?) como elemento central. La música, ambiental, total, submetisva, lleva a una nueva eucaristía. Un momento de reflexión activa en el contexto de la pasividad del espectador. Es música para el final de los tiempos, podría sonar perfectamente en una de esas clínicas suizas de suicidio asistido. Es música para un apocalipsis con jinetes cyborgs, más Minority Report que Terminator, donde podemos ver al hipster como agente del FIN.

CHRA en plena eucaristía digital
Katharina Ernst & Kazuhisha Uchihashi: puede que esté influido por el discurso precedente pero este combo (¿puntual?) muestra la realidad autorreferencial de la actualidad neocapitalista. Por un lado, la maestría técnica de ambos artista (él, guitarra, pedales y daxófono; ella, batería), por otro, el popurrí de sonidos que encontramos en sus piezas, que van desde el metal a un sonido 100% experimental, del surf a una ópera rock minimalista. Experimentación y ejecución perfecta se encuentran en este combo, lo mejor que escuché  en la primera noche del Klangfestival. Solo añadir que es indicativo de la tradición japonesa por la perfección la capacidad de Kazuhisha para combinar pedales e instrumento en el acto, con una visceralidad educada, es decir, con muchas horas de práctica previas. ¿Puede ser que esto sea el futuro? Híper-arquitectos moleculares súper-formados construyendo mundos parecidos pero con mínimas y fugaces diferencias. Parpadeos como degustaciones, dinámicas de explosión controlada. Creo que la música de este combo nos recuerda que en nuestro presente post-apocalíptico puede existir un limbo entre los ya inevitables cielo e infierno.

El combo en plena muestra de su talento
Y aquí acaba la primera parte de mi crónica del Klangfestival, lugar que abandoné mientras aún tocaban el japonés y la austríaca, con una chaqueta protegiéndome del frío de la noche veraniega austríaca y pidiendo a los dioses que no permitiesen que pisase una mierda de vaca al cruzar el prado de la granja en la oscuridad.

sábado, 22 de agosto de 2015

Reentré



Después de tener el blog abandonado durante un tiempo me he decidido a volver a escribir con cierta periodicidad. Solo decir que durante silencio he seguido escribiendo y espero en no mucho presentar novedades interesantes.
 
Dejando de lado las historias, que se irán publicando, mi objetivo para esta reentré es diversificar lo que se publica, añadiendo más posts en forma de entrada de diario, algo de crítica literaria, alguna colaboración de amigos…

El trabajo arqueológico en mi ordenador, que ayudó a que el blog se llenase de posts sin mucho esfuerzo, ya no da más de sí. Pero también estoy decidido a buscar por la red algo escrito con 17 o 18 años, vergonzosamente malo, para compartirlo. En ese acto de exposición total radica un grito de mea culpa, una flagelación por los pecados de (más)juventud. Solo con la aceptación de nuestras debilidades podemos seguir débilmente mejorando.

Y eso es todo amigos. Empezaré estos días con una crítica musical (que como mucho de lo que hago acaba no siendo lo que dice ser) sobre el Klangfestival, festival de música experimental que tuvo lugar en el pueblo de Gallneukirchen entre el 21 y el 22 de Agosto.

domingo, 21 de junio de 2015

La tribu de Balona

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Este cuento lo escribí especialmente para una lectura en el Instituto Cervantes de Viena en el marco del "Día E". Comparto además un video en el que recito un bonito poema del panfleto poético de próxima publicación "Poesía eres inútil".
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La Tribu de Balona
Estaba en el Instituto Cervantes leyendo un cuento. Era un cuento que había escrito especialmente para la ocasión. Esta no era otra que la celebración del “Día E”, jornada que esperaba que fuese algún tipo de gran operación político-militar orquestada entre la CIA y el CNI pero resultó ser el día dedicado a la celebración del idioma español.
El cuento trataba sobre una tribu en un futuro distante, o puede que en un pasado remoto si nos adherimos a la teoría del eterno retorno, que vivía en Balona (homenaje a mi ciudad natal Barcelona). La tribu no sabía cómo hacer fuego pero contaba con una pequeña biblioteca con libros dónde, por desgracia, no se explicaba la manera de conseguir una llama.
Estaba yo explicando el cuento, me hallaba justo en el punto dónde un rayo hacer arder una zarza y uno de los miembros de la tribu ha de decidir si quemar los libros para mantener vivo el fuego o dejar que este desaparezca. Era una parte llena de reflexiones sobre que significaban los libros, el conocimiento, la memoria, hasta me atrevía a mencionar a Prometeo. Entonces me detuve. Paré de leer. El silencio se hizo en la sala. Levanté la vista del papel y esperé. No sabía que esperaba, pero sabía que algo había que esperar. El público me miraba, un poco intrigado. Reconocí alguna mirada interrogativa entre mis amigos. Pasaron diez segundos, ya alguien me iba a preguntar si me pasaba algo, ya alguien iba a aplaudir pensando que era un cuento muy posmoderno, cuando entendí en una leve fracción de segundo lo que estaba esperando.
No tardó nada. Pasé de ser un lector de un cuento a un hollín grasiento. “¿Combustión espontánea?”, pregunta/título de la prensa de medio mundo cuando el caso salió a la luz. Según los testigos, una llamarada verde los cegó , cuando volvieron a ver solo quedaba ese hollín humeante y grasiento. Ni rastro de Pedro del Real. “¿Truco de magia /barra/ broma macabra?” se preguntaban algunos. El hecho de que no apareciese, la conmoción de mi novia y mi familia, lo rápido que todo había pasado, dejó esa opción cerrada al cabo de unos días.
¿Qué pasó? ¿Cómo puedo estar contando todo esto después de haber dejado solo un rastro de grasa chamuscada que contenía mi ADN? ¿Qué hago yo aquí, en el Cervantes, contando esta historia? ¿Volveré a ser víctima de la combustión espontánea humana? ¿Podría ser esta una de las historias en los libros que se quemaron para que el fuego pudiese ser dominado por los supervivientes del apocalipsis? ¿Quemaron estos realmente sus libros o prefirieron seguir siendo crudívoros a cambio de no perder sus historias? No estoy seguro y esta inseguridad en la que vivo tiene un gran poder creador. Puede que sea esa  la clave. Por ejemplo, se me acaba de ocurrir una respuesta a todas las preguntas que acabo de compartir. “Solo sé que no sé nada”. Seguramente la he leído en algún anuncio. Si no, quizás debería patentarla antes de volver a ser portada de periódicos.
FIN