Un compañero de
trabajo que se ha vuelto loco me explicó que el mundo de había acabado en 2012
y que nadie se ha dado cuenta. Me prometió enviarme una serie de textos hindús
y mayas que demostraban su teoría. Aproveché que tenía que ir a revisar una de
las máquinas troqueladoras (véase Maschinenqualitätsbericht
#20678, disponible en la base de datos de la fábrica de cajas de cartón dónde
me gano el pan) para no darle ningún dato de contacto. Por ello no dispongo de una
base bibliográfica que confirme la teoría de mi muy ido Arbeitskollege.
Aun así, después
de la alucinada declaración he vivido (o más bien visto) tres experiencias que
podrían confirmar la hipótesis del chalado:
1)
Volviendo a casa en metro, después de tomarme un
par de cervezas, un grupo de jóvenes salen del vagón con un potente altavoz y
cantando a voz en grito. No suena hip-hop, no son punkis, no son chungos
maquineros. Son una chavalada con camisas y mocasines ellos, ellas con mayor
diversidad en la indumentaria, que seguramente marchan hacia una discoteca de
moda. Y escuchan a Britney Spears, concretamente el clásico moderno “Baby one
more time” (Universal, 1999).
2)
Leo que los refugiados han de dar parte de sus
pertenencias al entrar a algunos países de Europa. En vez de un paraíso, de un
remanso de paz y descanso después de una ardua travesía, de una salvación para aquellos que huyen de
la miseria y la; Europa se convierte en el Hades y sus funcionarios en Carontes
pidiendo un óbolo a las almas en pena.
3)
Hay gente que desayuna kebabs en el tren de
cercanías a las 7:15 AM.
Con estas tres
imágenes de fuego y destrucción, o más bien post-apocalípticas al estilo Mad
Max ya que la tesis aquí es que el mundo lleva finiquitado cuatro años, uno
tiende a refugiarse en el pasado. Por ello comparto con mis improbables
lectores un video de una bonita canción de Franz Liszt titulada Liebestraum, porque como dice Zizek el
amor es la fuerza más grande del mundo (apocalíptico o no). ¡Ah! Y no dejen de
admirar la elegante belleza del compositor húngaro.