domingo, 21 de junio de 2015

La tribu de Balona

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Este cuento lo escribí especialmente para una lectura en el Instituto Cervantes de Viena en el marco del "Día E". Comparto además un video en el que recito un bonito poema del panfleto poético de próxima publicación "Poesía eres inútil".
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La Tribu de Balona
Estaba en el Instituto Cervantes leyendo un cuento. Era un cuento que había escrito especialmente para la ocasión. Esta no era otra que la celebración del “Día E”, jornada que esperaba que fuese algún tipo de gran operación político-militar orquestada entre la CIA y el CNI pero resultó ser el día dedicado a la celebración del idioma español.
El cuento trataba sobre una tribu en un futuro distante, o puede que en un pasado remoto si nos adherimos a la teoría del eterno retorno, que vivía en Balona (homenaje a mi ciudad natal Barcelona). La tribu no sabía cómo hacer fuego pero contaba con una pequeña biblioteca con libros dónde, por desgracia, no se explicaba la manera de conseguir una llama.
Estaba yo explicando el cuento, me hallaba justo en el punto dónde un rayo hacer arder una zarza y uno de los miembros de la tribu ha de decidir si quemar los libros para mantener vivo el fuego o dejar que este desaparezca. Era una parte llena de reflexiones sobre que significaban los libros, el conocimiento, la memoria, hasta me atrevía a mencionar a Prometeo. Entonces me detuve. Paré de leer. El silencio se hizo en la sala. Levanté la vista del papel y esperé. No sabía que esperaba, pero sabía que algo había que esperar. El público me miraba, un poco intrigado. Reconocí alguna mirada interrogativa entre mis amigos. Pasaron diez segundos, ya alguien me iba a preguntar si me pasaba algo, ya alguien iba a aplaudir pensando que era un cuento muy posmoderno, cuando entendí en una leve fracción de segundo lo que estaba esperando.
No tardó nada. Pasé de ser un lector de un cuento a un hollín grasiento. “¿Combustión espontánea?”, pregunta/título de la prensa de medio mundo cuando el caso salió a la luz. Según los testigos, una llamarada verde los cegó , cuando volvieron a ver solo quedaba ese hollín humeante y grasiento. Ni rastro de Pedro del Real. “¿Truco de magia /barra/ broma macabra?” se preguntaban algunos. El hecho de que no apareciese, la conmoción de mi novia y mi familia, lo rápido que todo había pasado, dejó esa opción cerrada al cabo de unos días.
¿Qué pasó? ¿Cómo puedo estar contando todo esto después de haber dejado solo un rastro de grasa chamuscada que contenía mi ADN? ¿Qué hago yo aquí, en el Cervantes, contando esta historia? ¿Volveré a ser víctima de la combustión espontánea humana? ¿Podría ser esta una de las historias en los libros que se quemaron para que el fuego pudiese ser dominado por los supervivientes del apocalipsis? ¿Quemaron estos realmente sus libros o prefirieron seguir siendo crudívoros a cambio de no perder sus historias? No estoy seguro y esta inseguridad en la que vivo tiene un gran poder creador. Puede que sea esa  la clave. Por ejemplo, se me acaba de ocurrir una respuesta a todas las preguntas que acabo de compartir. “Solo sé que no sé nada”. Seguramente la he leído en algún anuncio. Si no, quizás debería patentarla antes de volver a ser portada de periódicos.
FIN