martes, 22 de marzo de 2016

Poemas (2) en el Día Mundial de la Poesía

Ayer (22.3.2016) fue el día mundial de la poesía. Leí dos poemas en el Instituto Cervantes de Viena. Luego tomé dos o tres vinos y volví a casa, dónde comí una ensalada de patatas con canónigos, y 3 me regaló una libro para niños de la RDA ya que ha estado en Leipzig.

Sobre los poemas: el primero es sobre el viaje L.A.-Austin que hice con mis queridos e impresentables amigos de A4. El segundo es sobre bailar y festejar, y el manifiesto que se incluye en él (acto de apropiacionismo que he disfrutado enormemente) es de Andrés Caicedo, de su libro "Que viva la música".





L.A.-Austin
Para A4
Se me apaga la mente ante el Grand Canyon.
Doy un paso atrás, otro adelante
simulando saltar
para desaparecer con mi camisa polvorienta
y floreada.

Las estrellas en el desierto
brillan como las luces en la ciudad.
Por las noches los alacranes se pasean
borrachos de veneno.

Quisiera tener sed, por respeto,
por idoneidad, pero siempre bebo.

Al mediodía, 24 cervezas calientes,
al amanecer se han enfriado:
“Desayuno de Campeones”.

Las bocinas de los camiones
son la voces de las ballenas
recordando Sefarad.

Austin, Texas, I love you,
que significa “te quiero”.

Realidad líquida
Todo empieza con un:
“Yes dear”-pome otra
à la Sam con Bogart.

Hablemos de Andy Kaufman
desde una perspectiva gramsciana.
Demos por muertos a mil dioses.

Saludar al vecino de barra
con un “Grüßgot, mein Name ist Sultan”
o un „¿Sabía que Marx ha muerto?”.
Ver la reacción de su nariz roja
ante nuestro Dadá
de tercera copa /o división/.

Fluir se hace fácil
entre tanto fluido y el recuerdo
del concepto “realidad líquida”.

Oraciones pidiendo a The Sonics
al Oráculo de Baco
hiperactivo en su templo
erigido tras la barra,
coronado por whiskies caros
que no nos podemos permitir.

Entre cotilleos y miradas
cargadas de falsa sensualidad
a mesas como islas lejanas
llenas de piratas
buscando un tesoro /un botín/,
se cuela una frase McGuffin
que despierta a los camaradas.

No queremos más rocanrol
después del “¿Ande stá Rubén?”,
rebuscamos en nuestras carteras
papel para comprar ron,
en coro recitamos una jura
a una bandera extranjera:

EL PUEBLO DE CALI RECHAZA
A Los Graduado, Los Hispanos
y demás cultores
del “Sonido Paisa” hecho a la medida
de la burguesía
de su vulgaridad.
Porque no se trata de
“sufrir me tocó
a mi en esta vida”
sino de
“Agúzate que te están velando”
¡¡Viva el Sentimiento afro-cubano!!
¡¡Viva Puerto Rico Libre!!
RICARDO REY NOS HACE FALTA

Nuestra fe es inquebrantable,
nuestros aullidos salvajes
mueven las caderas
de los bárbaros del norte
y de los esclavos del sur.

Al tercer Boogaloo
los vampiros afilan
sus blanquísimos colmillos
relucientes en una noche
sin luna.

Los cultismos, las referencias,
todo se olvida
en la pasión del baile
con o sin química.

Caminamos por las calles
con los abrigos abiertos
entre “Batman” y el “El Abrazo”
buscando Rumba Brava
esperando que el resto
haya olvidado
a Hernán Cortés.

Al final son los dos Colón,
Willy en el último tema,
Cristóbal en nuestra desorientación
que nos llevan al cine
de las sábanas blancas.

Y RESACA
TODO LO BUENO SE PAGA
CON UNA MONUMENTAL RESACA

viernes, 5 de febrero de 2016

Arte, muerte y locura



“el impulso hacia lo místico viene de la insatisfacción de nuestros deseos por la ciencia. Sentimos que incluso una vez resueltas todas las posibles cuestiones científicas, nuestro problema ni siquiera habría sido aún rozado”.
L. Wittgenstein

La cita que abre este texto la leo en el maravilloso texto de Cristina Fernández Crespo, filósofa del arte y riojana /o/ filósofa del arte riojana /o/ filósofa con (mucho) arte de la Rioja, “Y qué es la muerte, y quées el arte”. En él nos expone, con una claridad y sistematización que envidio, la visión de Wittgenstein sobre la estética para acabar uniéndola (también a partir de un libro de Manuel Sainz) con la muerte (ya que ambas son experiencias que sobrepasan inmanente/experimentable).

He leído el texto en dos tiempos con acompañamiento musical y actividad pequeño-burguesa de por medio. Las canciones que han sonado han sido la “Rapsodia Húngara No.2” de Liszt y una serie de canciones de Abelardo Carbono y su Conjunto (cuya “Quiero A Mi Gente” recomiendo fervientemente). La actividad pequeño-burguesa que me ha detenido entre párrafo y párrafo era la limpieza de la ceniza de la chimenea y la preparación de un nuevo fuego. Esta actividad es pequeño-burguesa ya que disponemos de calefacción central por lo que no lo necesitamos para su función puramente calorífica, sino que alcanza un nivel místico. Eso lleva a algunos problemas o contrastes (clase trabajadora vs. confort burgués) que, muchas veces, se intenta conjugar con frases como: “la chimenea da un calor muy agradable” (inventar utilidad en un acto puramente estético). Aun así confieso que después de la lectura del texto de CFC me he decidido a no volver a decir esta frase, o similares, sino quedarme tan solo con el goce (casi artístico) de crear un fuego y conservarlo.

Volviendo al texto de Cristina, nos dice que punto de vista wittgensteiniano arte y muerte son conceptos muy similares. Y añade “pertenecen a un lugar místico-trascendental que nadie conoce y en definitiva, radicalmente no pueden ser vividos”. Esta frase, que la autora no lee dramáticamente sino de forma optimista, me ha llevado a la locura. Este fenómeno, que como comenté hace poco ha ocurrido cerca de mí y me ha llevado a preguntarme si el mundo aún existe, podría ser la perfecta comunión entre arte y muerte. Por un lado tiene el aspecto desconocido e inhabitable del arte y la idea de viaje hacia otros mundos (o realidades) relacionado con la muerte en la mayoría de sociedades humanas. Decía Walter Benjamin que los libros de enfermos mentales significan una apertura de “la ciudad de los libros”, es decir, que con ellos la locura se insinúa con “un aspecto más ligero”. Puede ser este un ejemplo de que el arte, la religión, la locura, en menos palabras, lo trascendental, son necesarios en nuestras vidas y que sólo con esas experiencias podemos prepararnos para la última de todas. Así, en vez de situar toda expresión trascendental de la realidad como una mezcla de objetos y experiencias distintas, podríamos considerarlas todas como una preparación hacia la muerte. 

De esta manera podemos ser biografías andantes de un personaje con millones de facetas y aventuras pero siempre abocado a un mismo final. El mundo ya ha acabado, pero no hace poco cómo me comentaba mi demente colega, sino que siempre está acabando y siempre lo ha estado haciendo. Lo trascendental entonces solo nos permite atisbar esa realidad (antes de que termine finalmente).

miércoles, 3 de febrero de 2016

Canciones (hasta/para) el fin del mundo



Escucho obsesivamente 3 canciones estos últimos días. La primera es “Amame, soy un liberal” de Nacho Vegas, que resulta ser una versión de la canción “Love me, I’m a liberal” de Phil Ochs (cantautor americano que desconocía. Su corta página de Wikipedia en español indica que se suicidó un cinturón en 1976. Lo mejor de ello es que es párrafo final, de tres, en que la frase es simple y contundente “Murió en 1976 cuando se ahorcó con un cinturón”. A partir de esta frase se podría crear un nuevo género de literatura involuntaria, denominada “Wikinoir”).

Después de esta canción política, que creo que es uno de los retratos más lúcidos de ese “nuevo liberalismo” creado por ex-maoístas y sustentando en figuras como la de Ridruejo y de la Cierva, me pongo a escuchar “El lobo” de Wganda Kenya, grupo creado por Discos Fuentes en los sesenta en Colombia y liderado por Fruko. La canción en sí es simple, ya que repite constantemente “esta es la canción del lobo”, pero la introducción parece dadaísmo tropical. Este es mi intento de transcripción:

Ye’ta é la canción.
La última película.
Cantado por los peleles (¿?).
Quisiera de irme pero no puedo.
 Letra.
Letra.
Ye’ta é la canción del lobo.

Y luego viene lo tropical, lo negro, lo antillano, sangre, sudor y mosquitos. ¿Hay lobos en Colombia?

La última de mis obsesiones musicales es el “Walz No.2” de Dmitri Shostakovich , que sirve como tema central para la última película de Stanley Kubrik “Eyes Wide Shut”. No sé hablar de música clásica con propiedad, ya que soy un ignorante. Pero dentro de mi esquizofrenia musical esta canción tiene un efecto cortina, como en una obra de teatro entre acto y acto. 

Mi teoría sobre la muerte de Kubrick es que éste se suicidó antes de tener que soportar preguntas de periodistas en el año 2001. Creo que no necesito decir más.

domingo, 31 de enero de 2016

Imágenes del fin del mundo (I)



Un compañero de trabajo que se ha vuelto loco me explicó que el mundo de había acabado en 2012 y que nadie se ha dado cuenta. Me prometió enviarme una serie de textos hindús y mayas que demostraban su teoría. Aproveché que tenía que ir a revisar una de las máquinas troqueladoras (véase Maschinenqualitätsbericht #20678, disponible en la base de datos de la fábrica de cajas de cartón dónde me gano el pan) para no darle ningún dato de contacto. Por ello no dispongo de una base bibliográfica que confirme la teoría de mi muy ido Arbeitskollege

Aun así, después de la alucinada declaración he vivido (o más bien visto) tres experiencias que podrían confirmar la hipótesis del chalado:

1)      Volviendo a casa en metro, después de tomarme un par de cervezas, un grupo de jóvenes salen del vagón con un potente altavoz y cantando a voz en grito. No suena hip-hop, no son punkis, no son chungos maquineros. Son una chavalada con camisas y mocasines ellos, ellas con mayor diversidad en la indumentaria, que seguramente marchan hacia una discoteca de moda. Y escuchan a Britney Spears, concretamente el clásico moderno “Baby one more time” (Universal, 1999). 

2)      Leo que los refugiados han de dar parte de sus pertenencias al entrar a algunos países de Europa. En vez de un paraíso, de un remanso de paz y descanso después de una ardua travesía,  de una salvación para aquellos que huyen de la miseria y la; Europa se convierte en el Hades y sus funcionarios en Carontes pidiendo un óbolo a las almas en pena. 

3)      Hay gente que desayuna kebabs en el tren de cercanías a las 7:15 AM.

Con estas tres imágenes de fuego y destrucción, o más bien post-apocalípticas al estilo Mad Max ya que la tesis aquí es que el mundo lleva finiquitado cuatro años, uno tiende a refugiarse en el pasado. Por ello comparto con mis improbables lectores un video de una bonita canción de Franz Liszt titulada Liebestraum, porque como dice Zizek el amor es la fuerza más grande del mundo (apocalíptico o no). ¡Ah! Y no dejen de admirar la elegante belleza del compositor húngaro. 


sábado, 19 de septiembre de 2015

Bolaño y yo

Esta conferencia la leí en el Instituto Cervantes de Viena el 16 de Septiembre del año 2015. Luego conocí a una pareja colombo-venezolana encantadora y se me explicó de una práctica sexual japonesa que consiste en hombres ancianos que duermes junto a jovencitas narcotizadas sin tener permitido realizar ningún acto lascivo con ellas.



I
El día 3 de Agosto, preparando estas líneas, estuve a punto de dejar de hacerlo, de renunciar a volver a Viena, de convertirme en un buen salvaje, en asceta literato. Tuve que tirarme al mar para hacer que la descripción de un Bolaño que vive en una cueva cerca de Portbou, escribiendo, comiendo poco, bebiendo vino tinto con personajes extraños y trabajando de vendimiador dejase de hechizarme. Desde el mar vi la cueva, que junto al calor, me había llevado a querer ser un imitador del escritor chileno. Me dije a mi mismo: “Esto es una cueva en una cala de Mallorca, no es una cueva cerca de Portbou”. Me di cuenta de que uno no puede ser otro escritor, de que la imitación no conduce a buen puerto, que mejor que imitar uno debe aprender de los autores únicos, aquellos que escapan de las presiones “clonificadoras” del mercado editorial. Acto seguido, supe que empezaría este texto recordando las palabras de Nicanor Parra “A Bolaño le debemos un riñón”.
II
En esta tertulia me comentó Rafael que mejor huir del formato conferencia, ya que la idea es que todo el mundo participe, se haga una presentación amena y entendible sobre el tema, en definitiva, se intenta huir de los corsés (incómodamente decimonónicos) de eventos en los que hay un ponente y un público. Ruego que me disculpen pero como contestó Bolaño ante la pregunta de por qué le gustaba llevar la contraria: “Yo nunca llevo la contraria”.
III
Ya he explicado que estuve a punto de no presentarme aquí en el Cervantes. Ahora es el momento de explicar porque estoy aquí en Viena hablando sobre Bolaño. Conozco a Bolaño lejos de casa, concretamente a más de 9000 kilómetros de distancia. Una distancia similar de la que estaba Bolaño en su Blanes adoptivo de su México DF, también adoptivo. Lo conocí por una recomendación en un e-mail de Teresa. El autor chileno afincando en un pueblo de la costa catalana (recordemos sus palabras: «Yo sólo espero ser considerado un escritor sudamericano más o menos decente, que vivió en Blanes, y que quiso a este pueblo») me abriría nuevas fronteras literarias cuando yo estaba muy lejos de mi ciudad en la costa catalana. Y desde entonces he ido viajando, practicando un sedentarismo de moral nómada, fácil de seguir si aceptamos la definición de patria de Bolaño “La Patria para mí son mi biblioteca y mis hijos”.
IV
Bolaño a día de hoy ya murió. Lleva muerto desde el año 2003. Es un autor muerto. Es un nombre de zombie que avanza lentamente por bibliotecas y recomendaciones de lecturas en revistas y cursos universitarios. Si hoy apareciese aquí Bolaño deberíamos dispararle en toda la cabeza, como aprendimos en de “Night of the Living Dead”, el clásico de terror de 1968 de George Romero. De lo que sí podemos fiarnos es de su legado, de lo que nos dejó escrito y dicho. Por ejemplo, sabemos que a la vez que se estrenaba la película de Romero, Bolaño llegó a México DF desde Chile, un DF dónde el gobierno disparaba a los estudiantes como si de zombies de la película de Romero se tratasen. Bolaño se dedicó a leer y a leer, dejando al poco los estudios para seguir leyendo y leyendo. Luego, al cabo de los años, escribiría “Amuleto”, un libro sobre las matanzas en México ’68. No nos cabe más que alegrarnos de que ese año Bolaño fuese aún la secundaria y no acabase como acabaron muchos de los universitarios mexicanos. No puedo saber si el trauma de esos eventos fue lo que llevó a Bolaño a renunciar a la universidad, ya que como he dicho, Bolaño es ahora un zombie.
V
Es zombie también su novela más celebrada. 2666 fue la gran novela póstuma de Bolaño, primero pensada en ser publicada en cinco tomos para así poder dar más royalties a sus herederos (sus hijos, su patria), pero finalmente publicada en 1.136 páginas, como un gigantesco Frankenstein. Esta obra, novela total cuyas historias revuelan alrededor de Santa Teresa (una Ciudad Juárez literaria y violentamente real), es el ejemplo perfecto de libro zombie, de autor que consigue la fama después de su muerte, de la importancia del legado en la literatura.  En el año 2008 con la publicación de 2666 en inglés consiguió Bolaño su puesto en el Olimpo de los autores en español a nivel mundial. Un Olimpo del que no pudo disfrutar, pero que a sus lectores nos ha permitido poder convivir con el autor como si estuviese vivo, en experiencias tan zombies como la de la exposición “Archivo Bolaño: 1977-2003” en el CCCB.
VI
Bolaño está muerto, ya no escribirá más, su zombie no se puede comunicar, es mudo, sordo, manco y seguramente invisible e intangible.  Así que solo me queda recomendar que se le lea. Que se lea. Porque tal como dijo “Lo normal es leer y lo placentero es leer; incluso lo elegante es leer. Escribir es un ejercicio de masoquismo; leer a veces puede ser un ejercicio de sadismo, pero generalmente es una ocupación interesantísima”