El coma.
La coma. No, EL COMA. Eso era, así se decía. Una cama de hospital. Ella. Aparatos que extendían sus tentáculos por
debajo de la sabana, escondiéndose. No sabía porqué se escondían tanto. Era
bastante claro que allí estaban. Ella llevaba pijama y hacía mucho calor. Pero
la sabana seguía allí. Y yo dudaba entre sacársela o no. Pero entonces me
apeteció un cigarrillo. No tenía. Me fui a comprar. ¿Podrá ella contar alguna
vez una historia de abandono tan típica? No lo sé, y espero que nunca lo sepa.
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