///Hoy sigo con el reciclaje, en este caso con un primer microrrelato
sobre Horst Gottbauer. Horst es un personaje que aparece en muchos de mis
cuentos. Siempre es un Teólogo, a veces de países que existen, otras de lugares
imaginarios. En algunos cuentos solo aparece mencionado, en otros es el
protagonista. Siempre es teólogo, pero a veces alguna de sus aficiones le permite
meter su nombre (feo apropósito) y apellido (teológico) entre las líneas
concebidas para otros.
En este cuento corto vemos como Horst se enfrenta a un
dilema y lo resuelve de forma racional y empírica, una de las cualidades que le
hará resaltar desde muy joven en el campo de la Teología (he hecho cambios y
correcciones en el cuento ya que era un borrador, tantos que hasta le he
cambiado el título)///
El Dilema del
Joven Horst
Se
encontraba Hosrt en un momento complicado de su vida. Con dieciséis años esa
complicación estaba magnificada, claro está. Algunos dirían que no se
encontraba para nada en un momento complicado, sino que se encontraba en un
momento y su edad lo complicaba. Pero, para mí, como amante de la subjetividad
del individuo, creo profundamente en lo complicado de su momento. Pero
dejémonos de discusiones metafísicas, que para ello existen los pedantes, y
movámonos hacia el planteamiento del problema.
Horst tenía
que decidir a qué instituto ir. Tenía dos opciones: la Sterreichschule, cuya
máximo atractivo era el hecho de que las clases eran mixtas (piensen que
estamos hablando de un tiempo en el cual eso era totalmente atípico), y el Gottnasium,
el lugar en el cual podría iniciar sus deseados estudios de teología a una edad
temprana, ahorrándose tiempo, que él consideraba lo más valioso de la
existencia. Aunque pueda que parezcan dos opciones contradictorias, no lo eran
en la cabeza de Horst, cuyo hemisferio izquierdo estaba dominado por
pensamientos sobre el sexo de los ángeles y el derecho por el sexo, puro y
duro, sin ángeles (aunque en algunas fantasías masturbatorias esta distinción
se difuminaba durante algunos minutos). Así que Horst decidió que dado que ya
disponía de suficientes conocimientos teológicos, debía empaparse de feminidad
para tomar una decisión informada.
Con esa
idea en mente, hizo lo que todo adolescente de su tiempo y lugar haría. Fue a
un prostíbulo, dónde después de gastar sus ahorros de dos meses, disfrutó del
contacto femenino durante 45 segundos. Después de este casi minuto seguido por una
carcajada de la prostituta de turno (que él acabó de comprender) se decidió por
asistir a Gottnasium.
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