miércoles, 11 de marzo de 2015

en el café espresso



Estaba ayer en mi café favorito de Viena, recién acabado “Bartleby y compañía” (libro que he disfrutado mucho), y me puse a leer el otro libro que estoy leyendo, “The Secret Agent” de Joseph Conrad. Este libro también lo estoy disfrutando aunque tuve que parar después de leer lo siguiente: 

“Mr. Verloc loved his wife as a wife should be loved – that is, maritally, with the regar done has for one’s chief possession” (p. 132 en mi edición baratucha de Wordsworth Classics)

¡Vaya barbaridad! No pude contenerme y escribí a 3 un mensaje. Estuvimos muy de acuerdo en cuanto imbécil machista hay suelto por la historia universal de la literatura. Me acordé de esa canción de Astrud que dice eso de “Qué malos son nuestros poetas”. O también de una campaña feminista en la UAB dónde ponían las barbaridades de este calibre que habían dicho pensadores como Schopenhauer, Aristóteles o Marx. Creo recordar que mi amigo Ardía Sol tenía un opúsculo del primero llamado “De las Mujeres” y que un día, uno de esos días muy diferentes a los que vivo ahora dada la distancia, lo trajo a casa y no paramos de maravillarnos con las sandeces que era capaz de escribir.

Schopenhauer me ha venido a la memoria porque lo cita Vila-Matas en su libro, y hablando de la mucha gente que cita Vila-Matas en su volumen sobre la NO escritura, me ha impresionado mucho la historia sobre Guy de Maupassant creyéndose inmortal (nota 82, pp. 169-172 en Narrativas hispánicas de Anargrama). Nos cuenta Vila-Matas que nos cuenta Alberto Savinio que Maupassant un día se creyó inmortal y se llegó a pegar dos tiros en la sien y a cortarse la garganta con un cuchillo (sobreviviendo milagrosamente), dejando  entonces de escribir y volviéndose totalmente loco. 

También aproveché unos billetes que tenía para ir al aeropuerto para escribir unos poemas muy cortos que no son poemas pero son frases con una voluntad poética fallida.




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