Estaba ayer en mi café favorito de Viena, recién acabado “Bartleby
y compañía” (libro que he disfrutado mucho), y me puse a leer el otro libro que
estoy leyendo, “The Secret Agent” de Joseph Conrad. Este libro también lo estoy
disfrutando aunque tuve que parar después de leer lo siguiente:
“Mr. Verloc
loved his wife as a wife should be loved – that is, maritally, with the regar
done has for one’s chief possession” (p. 132 en mi edición baratucha de
Wordsworth Classics)
¡Vaya barbaridad! No pude contenerme y escribí a 3 un
mensaje. Estuvimos muy de acuerdo en cuanto imbécil machista hay suelto por la
historia universal de la literatura. Me acordé de esa canción de Astrud que
dice eso de “Qué malos son nuestros poetas”. O también de una campaña feminista
en la UAB dónde ponían las barbaridades de este calibre que habían dicho pensadores
como Schopenhauer, Aristóteles o Marx. Creo recordar que mi amigo Ardía Sol
tenía un opúsculo del primero llamado “De las Mujeres” y que un día, uno de
esos días muy diferentes a los que vivo ahora dada la distancia, lo trajo a
casa y no paramos de maravillarnos con las sandeces que era capaz de
escribir.
Schopenhauer me ha venido a la memoria porque lo cita
Vila-Matas en su libro, y hablando de la mucha gente que cita Vila-Matas en su volumen
sobre la NO escritura, me ha impresionado mucho la historia sobre Guy de
Maupassant creyéndose inmortal (nota 82, pp. 169-172 en Narrativas hispánicas
de Anargrama). Nos cuenta Vila-Matas que nos cuenta Alberto Savinio que
Maupassant un día se creyó inmortal y se llegó a pegar dos tiros en la sien y a
cortarse la garganta con un cuchillo (sobreviviendo milagrosamente), dejando entonces de escribir y volviéndose totalmente
loco.
También aproveché unos billetes que tenía para ir al
aeropuerto para escribir unos poemas muy cortos que no son poemas pero son frases
con una voluntad poética fallida.
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